Hoy maté a Murphy.

Me despierto tarde, no se que ponerme, lo pienso; falda! Busco unas medias, y recuerdo que las eché en el cesto de la ropa sucia el fin de semana, vale, ya se que llego tarde. En la vorágine de encontrar algo con lo que taparme, y al mismo tiempo que intento despertar mis perezosos sentidos, noto que está lloviendo. Busco un paraguas que creo haber utilizado ayer, pero que por supuesto no encuentro sino cinco minutos después y que además está medio roto... joder, ya voy demasiado tarde. Salgo del portal corriendo con el paraguas en una mano, y cuando voy a guardar el móvil, las llaves y el Mp3 que sujeto con la otra mano, siento el segundo paraguas que poseo dentro del único bolso que llevo encima. Decido subir tranquilamente las escaleras de vuelta a casa, dejar ambos paraguas juntos, y mojarme hasta el metro y hasta el trabajo. Que le den, señor Murphy; hoy decido yo. Porque es  cierto; si algo puede salir mal, saldrá mal, pero siempre podremos decidir cómo tomárnoslo.